sábado, 16 de noviembre de 2013

Yo soy yo

Hay días en los que quisiera ser una mujer que trabaja en algo que ama, que lo hace bien, que es exitosa y reconocida por ello. Hay otros días, en cambio, en los que quisiera ser una buena ama de casa: ocuparme de mi hogar como lo hiciera mi abuela, como lo hace mi mamá. Conciliar los dos ideales de mujer, tal vez; el trabajo y los quehaceres del hogar; el buen sueldo y la ropa limpia y perfumada, sin polvo sobre los muebles, ni pelusas al acecho detrás de las puertas. Me gusta pensar que algún día voy a poder ser esas dos mujeres, pero siendo una sola. Sin embargo, soy yo, la única hoy, la que escribe poco porque le falta el tiempo –o no sabe organizarse-, la que no llega a lavar todos los platos de una sola vez porque siempre, por alguna extraña e incomprensible razón, se acumulan en la pileta de la cocina; la que se levanta temprano antes de que suene su despertador para poder tomar el desayuno con su compañero, ya que no lo verá hasta la noche cuando vuelva de la oficina. Soy yo, la misma que prepara una torta de manzana expectante, con la ilusión de que le guste a él porque las “verdaderas mujeres” cocinan bien, y limpian la casa y planchan la ropa y trabajan afuera y se maquillan, se peinan, se depilan, toman la píldora, son buenas amantes, no molestan con trivialidades, siempre están ahí, presentes en el hogar, cerca y al mismo tiempo, impecables, arregladas para gustar, todo de la manera más natural posible. 


Y aquí estoy yo, queriendo ser alguien que no soy hoy.


Yo soy esta: la que se levanta tarde cuando hacer fiaca en la cama es la opción más interesante de la mañana o la que se levanta temprano para trabajar, para preparar una torta, para limpiar o simplemente para salir a caminar; la que sonríe siempre, pero también se enoja y se ofende cuando hieren su sensibilidad; la segura con el sexo opuesto y la insegura en el amor después del enamoramiento; la celosa empedernida, sin tregua, y la que comprende y acepta y recibe a brazos abiertos; la que habla hasta por los codos, yéndose por las ramas contándote una historia que para ella es interesante, para involucrarte en sus recuerdos, en sus proyectos, en su vida; la que calla si está triste y herida por dentro; la que perdona cuando ya no le importa; la que “está todo bien” con un abrazo sincero, sin necesidad de pedir disculpas. 

La que escribe este blog y la que no lo escribe también.